En el hospital, tras un intento de suicidio, una adolescente descubre que será actriz. Esta película autobiográfica, su debut como directora, transmite un mensaje de sincera esperanza.
Una actriz se pone detrás de la cámara para contar, a través de una ficción autobiográfica, cómo encontró su vocación y su camino. Este tema aparentemente sencillo impregna la ópera prima de Isabelle Carré de una emoción genuina. Elisabeth, de catorce años, tiene la intuición de que podría ser actriz mientras ve una película en la televisión de una habitación de hospital tras su intento de suicidio. La historia es, en realidad, muy compleja y dolorosa. Y el camino hacia la actuación es una necesidad vital. Les rêveurs (2025), concebida inicialmente como novela, se convierte en una película esencial.
La fragilidad propia de una ópera prima está presente —a veces— y parece contribuir a la precisión constante de este retrato de una niña hipersensible, a quien una desilusión amorosa común y una vida familiar incierta sumergen en la gravedad del aislamiento en una unidad psiquiátrica infantil. Al permitirnos compartir esta soledad, al escenificarla, Isabelle Carré la combate. Es imprescindible ver cómo se funde con Tessa Dumont-Janod, la formidable joven actriz que se asemeja a ella y encarna a Élisabeth: la mirada que le dirige transmite una valentía luminosa. Donde se ha roto el vínculo con la vida misma, el cine viene a devolver intensidad y valor a todos los posibles puntos de apoyo, como el que ofrece, en las escenas más bellas de la película, la Torre Montparnasse, que se convierte en un faro reconfortante para Élisabeth, quien la contempla con una amiga del hospital (Mélissa Boros, también destacable).
La película navega con maestría entre la desesperación sugerida y una esperanza siempre presente. Al interpretar a la propia Elisabeth adulta, quien llega a apoyar a niños que enfrentan las mismas dificultades que ella sufrió en la década de 1980, Isabelle Carré impregna Les Rêveurs de un espíritu de solidaridad activa, que cobra vida en cada plano e incluso en los créditos finales, donde canta con fervor La Symphonie des éclairs, de Zaho de Sagazan: "Crucé todas las nubes para encontrar la luz". Es precisamente por la profunda conexión que siente con esta película que nos conmueve profundamente.
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